martes, 11 de febrero de 2014

Violeta Cano

MI TRABAJO: Decidí, para el cartel definitivo, enlazar ideas de varios de los bocetos que había hecho: el amarillo del de los garabatos, los triángulos de papel con golpes de color, la espiral saliendo de una figura geométrica poco atractiva. Afiancé esta figura cambiándola casi completamente y añadiendo pequeños vértices, aun manteniendo aquella especie de boca, un ángulo obtuso del que sale la espiral. Decidí, al descubrir que el rotulador nunca resistiría ni la témpera ni el acrílico, cambiar los círculos a bolígrafo y rezar para que se destiñeran; no lo hicieron. Aun así, mantuve mi idea de una especie de degradado de amarillo, de más a menos de abajo a arriba. El color sube con la espiral, como si estuviera a punto de subir a toda velocidad. Hay quien le pone nombres a sus trabajos, como la memoria del no sé qué, pero me parece que eso es quitarle el encanto a lo abstracto. Cada uno ve lo que ve y quizás eso sea lo que lo hace interesante y hermoso, aun siendo a veces tosco, burdo. TRABAJO DE UN COMPAÑERO: LAURA GUERRICA No llegó a realizar el trabajo “final”, por así decirlo, y me quedé con las ganas de ver que hacía, pero sus bocetos me resultaron muy interesantes. Por separado, son un poco como dos hermanos: se parecen, sí, sí, ambos tienen un aire al otro, a veces hasta los confundes, aunque en realidad son casi completamente distintos. Juntos, es aún mejor: parece que uno fuese la continuación de otro, el tercer brazo inexistente pero muy necesario para una tarde complicada. Uno me recuerda a una caverna, me hace sentir como un refugiado que mira al exterior, al mundo y ve caos, pero caos coherente. El otro es como una playa sin mar o el limbo; al horizonte hay una explosión suave, liviana.

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